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Realizarlos con la misma dificultad que el examen

Todo el proceso anterior carece de sentido si no dirigimos nuestro trabajo hacia un fin determinado: ser capaces de resolver los problemas que conformarán el examen.

Es una cuestión de perspectiva: en lugar de dar por supuesto que lo que vamos haciendo en nuestro día a día nos conducirá al aprobado, hemos de entender que todo lo que hagamos está al servicio de prepararnos para el examen.

La forma más práctica de entender lo que esto significa es que encima de nuestra mesa de trabajo, desde el primer día, estén los problemas de dificultad igual a la del examen.

Esto, evidentemente, no significa que debamos empezar por ellos. Una guía inequívoca para nuestro trabajo es, conforme vayamos avanzando en los temas, dedicarnos a los ejercicios que no sabemos hacer. Pero este avance nos ha de permitir ir resolviendo los ejercicios de examen conforme avanza el curso. Cuanto más cercana esté la fecha del examen, más ejercicios de examen iremos haciendo en detrimento de cualquier otro. No perder esta perspectiva es vital ya que al final del cuatrimestre tenemos los exámenes encima y el margen para reaccionar es muy pequeño.

Es frecuente que los propios boletines de problemas que te propondrán en las diferentes materias incluyan bien identificados los problemas de examen. No obstante, ante la duda, pregunta a tu docente.