El español en las comunidades bilingües de España. Cataluña, Galicia y el País Vasco
Circunstancias histórico-lingüísticas posibilitaron que las otras variedades románicas peninsulares, esto es, el catalán y el gallego-portugués, obtuvieran el status lingüístico de lenguas. El ser vehículo de una importante tradición literaria y el ser vínculo histórico, como manifestación de cultura y tradiciones, de todo un pueblo y de toda una comunidad lingüística, fundamentalmente, han impedido que éstas sucumbieran bajo el influjo castellano. En el caso del vasco, fue precisamente su aislamiento así como el hecho de que los imperios invasores se propusieran la conquistas de aquellos territorios en momentos de franca decadencia lo que permitió que sobreviviera.
Así pues, a pesar de algún que otro intento de convertir al Estado español un país monolingüe, la realidad lingüística, ajena a intereses de otra índole, nos ofrece un mapa lingüístico con cuatro lenguas, tres de origen románico -el gallego, el catalán y el español- y una de origen prerromano (no indoeuropea), el vasco. Ahora bien, el castellano, luego español, no ha sido nunca a lo largo de la historia una lengua ajena a los otros dominios lingüísticos; es más, durante largos períodos, incluso siglos, llegó a convertirse en la lengua de prestigio.
A partir del siglo XVI, la lengua literaria catalana entró en un largo período de decadencia. Desde entonces, en Cataluña y en Valencia los autores de cierto empuje literario escribieron sistemáticamente en castellano o en latín, aunque la lengua "de la calle" seguía siendo el catalán. Empezó así un período caracterizado por el divorcio entre lengua literaria y lengua hablada, ésta última abandonada a sus propias tendencias, y no sujeta, por tanto, a una norma culta. La progresiva castellanización iniciada con la casa de Trastámara quedó culminada a finales del siglo XV, en el proceso de unión a Castilla. El modelo cortesano pasó a ser el castellano, y con él el de su lengua. A pesar de ello, determinados documentos públicos y privados se siguieron redactando en catalán. Posteriormente, en el siglo XVIII, otro acontecimiento histórico, la victoria de la rama borbónica tras la guerra de Sucesión, acentuó aún más la decadencia del catalán. Las disposiciones oficiales insistían en la necesidad de sustituir el catalán por el español en la vida pública. La instauración de una nueva concepción del Estado, centralizado y uniforme, instauró a su vez al español como única lengua de cultura. Habría que esperar al siglo XIX, al espíritu renovador del romanticismo, a la defensa de la cultura popular, para que el catalán, de nuevo en manos de minorías intelectuales (movimiento de la Renaixença), restableciera su uso literario. Más la lucha por su supervivencia no acabaría aquí, otro nuevo acontecer histórico, la dictadura del general Franco daría al traste con la labor emprendida. Su suerte sólo cambiaría a partir de 1975, más concretamente, en 1978, con la aprobación de la Constitución, que reconoce el carácter multicultural y multilingüe de España. A partir de esta fecha, la lengua castellana, la lengua oficial del estado, compartirá cooficialidad con la lengua catalana.
Pero el intenso contacto, durante siglos, entre ambas lenguas ha motivado una serie de interferencias, de ahí que el español del dominio lingüístico catalán presente ciertos rasgos si no característicos, por no gozar todos ellos de carácter generalizador, si identificativos.
En el nivel fonético-fonológico: podemos destacar la hipodiferenciación, en un nivel popular, en los casos de seseo; la indistinción de [e] [a] átonas con una realización neutra, y de [o] átona en [u]; la hiperdiferenciación en la tendencia a realizar sonidos vocálicos más abiertos para las vocales intermedias [e] [o]; casos de sustitución, al articular la [l] con una realización velar en lugar de lateral, sobre todo en posición final; o el ensordecimiento de /-d/ implosiva; así como la sonorización de la /-s/ final de palabra convertida en intervocálica por fonética sintáctica.
En el nivel morfosintáctico, lo que más llama la atención son los casos de hipodiferenciación en el uso de los demostrativos (al no poseer el catalán la forma correspondiente a la segunda persona ese); algo parecido ocurre con los deícticos, estructurado el paradigma sólo con las formas aquí /allí; así como el empleo del verbo en plural en construcciones impersonales, el uso del futuro por el presente de subjuntivo; la presencia de dos elementos negativos delante del verbo; el uso del artículo con los nombres propios; el uso de un que expletivo en las interrogativas directas; el uso de determinadas preposiciones como pensar contigo por pensar en ti, el uso de la habitual construcción partitiva, esta tarta es buena, pero he probado de mejores; el peculiar uso de los verbos ir y venir, llevar y traer, meter y sacar, quitar y poner, etc.
En el nivel léxico-semántico, podemos citar como ejemplos de interferencia: el uso del término vidrios con el valor semántico tanto de 'vidrios' como de 'cristales'; el de sentir por 'sentir' y 'oir'; el de tirar por 'tirar' y 'echar'; la utilización de determinados vocablos, entre ellos, adeu, plegar 'terminar de trabajar', trona 'púlpito', llesca 'rebanada de pan con tomate'; así como la frecuencia de calcos del tipo: hacer tarde 'llegar tarde', hacer punta allápiz, 'sacar punta al lápiz', hacer bondat 'portarse bien', hacer el vivo 'pasarse de listo', etc.
En lo que respecta al gallego, la situación no difiere sustancialmente. Si durante toda la Edad Media éste sirvió de vehículo de expresión oral entre todos los niveles sociales, era la lengua utilizada en la documentación notarial y administrativa -tanto civil como eclesiástica- y gozaba del status de lengua literaria por excelencia, a partir del siglo XV, y por influjo tanto monárquico como eclesiástico, el castellano empezó a instalarse en Galicia. Durante el siglo XVI éste adquirirá de forma paulatina un carácter prestigioso que influirá ya no sólo en las capas altas de la sociedad sino también en la clase media. Desde mediados de siglo, la lengua gallega en la documentación es prácticamente inexistente, desapareciendo totalmente en la literatura, quedando así reducida a partir del siglo XVII a los dominios rurales y a la capas populares de las ciudades. Situación que se verá aún más acrecentada a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Sólo a partir de 1850 se verificará un cambio de rumbo, empezando a surgir el interés por lo peculiar, por lo vernáculo, rehabilitándose el gallego como lengua literaria, si bien el empleo del castellano sigue siendo mayoritario. La fundación en 1906 de la Real Academia de la Lengua Gallega contribuirá a este resurgimiento. Mas con la aprobación de la Ley General de Educación, desde 1936 a 1970 el gallego pasará totalmente desapercibido. Nuevamente habrá que esperar a 1978 y a la aprobación de la Constitución para que el gallego vuelva a renacer adquiriendo cada día más fuerza.
Pero a pesar de todo lo expuesto, el hablante gallego nunca perdió su impronta, y el castellano en Galicia siempre ha tenido matices característicos.
En el nivel fónico quizá una de las interferencias más evidentes esté relacionada con la entonación. A ella hemos de añadir la tendencia al cierre de las vocales átonas; la sustitución, en determinados ámbitos, del sonido velar /g/ por un sonido aspirado laríngeo sordo o sonoro; la pérdida total de la consonante implosiva de los grupos consonánticos kt y pt, si bien este es un rasgo no ajeno al español coloquial, etc.
En el plano morfosintáctico, el empleo del pluscuamperfecto de subjuntivo con valor de pluscuamperfecto de indicativo y, en ocasiones, con valor de perfecto absoluto, lo mismo que ocurre también en el noroeste del dominio asturleonés; el empleo del perfecto absoluto en lugar del perfecto compuesto, que casi ha desaparecido; la repugnancia a las construcciones pronominales (Juan marchó. Los perros escaparon); el uso del sufijo -iño con valor de diminutivo y afectivo en sustantivos (mujeriña), adjetivos (pobriño) y adverbios (lueguiño), etc.
En cuanto al léxico, no hay nada excesivamente llamativo que destacar, sólo el uso de determinadas voces gallegas, si bien el hablante procura evitarlas; algún que otro cambio de significado en el uso de voces castellanas como aprender 'enseñar'; la igualación semántica entre los verbos quitar y sacar; algunos casos de ampliación de significado como por ejemplo el verbo ir con el sentido tanto de 'dirección' como de 'lugar en donde', etc.
Finalmente, las influencias mutuas entre el español y el vasco se remontan, como bien sabemos, a los orígenes mismos del castellano. Si bien durante siglos permaneció intacta y reducida al ámbito de la comunicación local y familiar, su estrecha simbiosis con las lenguas románicas hacen que ni su historia ni su prehistoria puedan ser estudiadas más que con un conocimiento de la lingüística románica. El elemento latino románico del euskera es, pues, verdaderamente importante, y probablemente la capacidad de adaptación de estos elementos a la lengua vasca sea -como afirma Maitena Etxebarría- uno de los factores que han ayudado al mantenimiento de la lengua hasta nuestro días.
El uso del vasco ha estado limitado hasta hace muy pocos años al ámbito familiar y de algunas esferas profesionales, lo que ha contribuido a que la influencia en el contacto vasco-español haya sido fundamentalmente ejercida por el español sobre el vasco. En cuanto a la influencia del vasco sobre el español se puede decir que es más bien de carácter pasivo, de resistencia.
Respecto del nivel fónico, hemos de mencionar, fundamentalmente, aparte de que la s tiene un cierto matiz palatal, la palatalización de algunas consonantes /t, d, n, l/, la presencia de seseo, el desplazamiento acentual en la realización de los diptongos creciente, entre otros fenómenos de ámbito más reducido.
A nivel morfosintáctico, lo más llamativo es, por un lado, el leísmo de complemento directo femenino, un leísmo "atípico" (A María le he visto; La caja le he dejado en casa), por otro lado, la sustitución del imperfecto y pluscuamperfecto de subjuntivo por el potencial o condicional, y no sólo en la prótasis de oraciones condicionales y concesivas, sino en oraciones completivas, en oraciones finales, incluso en oraciones independientes de carácter desiderativo (Si podría, iría; Aunque me tocaría la lotería seguiría trabajando; Le dijo que iría [que fuera] a buscar tabaco; Le dio dinero para que podría ir al fútbol; ¡Ojalá llovería!).
En el plano léxico, el nivel más afectado, la interferencia se manifiesta principalmente en la presencia de préstamos léxicos, en especial, en aquellos campos que guardan estrecha relación con la vida cotidiana (animales, peces, alimentación, familia, algunas profesiones, etc.): txarri 'cerdo', sapaburu 'renacuajo', akulu 'aguijón', kaiku 'recipiente donde se recoge la leche', txistorra 'chorizo delgado'; aunque también aparecen numerosos términos relacionados con la vida social, las diversiones, la política o el trabajo, entre ellos quizá uno de los más habituales sea abertzale 'patriota vasco', entre otros. En cambio, no se aprecia interferencia en el léxico del comercio, las finanzas, el transporte o los medios de comunicación. Del mismo modo, también se pueden encontrar voces de formación híbrida, no específicas ni de una ni de otra lengua.