Volver al contenido principal

El romance en el reino asturleonés. El asturleonés

En el norte, algunos miembros de la nobleza visigoda, reducto de la vieja jerarquía toledana, se refugiaron en la cordillera Cantábrica, en torno a Cangas, organizando junto con los habitantes del lugar núcleos de resistencia, logrando poco a poco frenar el avance musulmán y afianzar su autonomía. Una amplia franja de tierra despoblada -denominada la marca- lograba separar a árabes de cristianos.

A mediados del siglo IX, y ya desde Oviedo, se empezó a reorganizar la repoblación del valle del Duero al mismo tiempo que se fortificaban los límites territoriales, especialmente su frontera oriental. Sin embargo, difícilmente podía controlarse la expansión asturiana y difícilmente podía controlarse el territorio (nobles gallegos a occidente, condes vasallos a oriente) desde tierras tan inhóspitas. Ello determinaría que Alfonso III, rey por aquel entonces del reino asturiano, trasladara la capital a León, quedando así configurado el denominado reino asturleonés.

Mas, a pesar de todo, las luchas internas que soporta la monarquía asturianoleonesa con gallegos y castellanos acarreará su decadencia. Si bien los condes gallegos carecen aún de fuerza para imponerse -sólo en el siglo XII se independizará Portugal en nuevos momentos de debilidad- los castellanos logran, a partir del siglo X, que sea reconocida políticamente su originalidad; Castilla se convertía así pues en una realidad histórica independiente.

Es más, posteriores acontecimientos provocarían que Fernando I el Magno, primero conde, después rey de Castilla (1035), se erigiera en 1037 rey de León, tras derrotar a Bermudo III y contraer matrimonio con Sancha, reina de León. Una inteligente política de atracción de la nobleza leonesa y la evolución de la sociedad castellana hacia formas feudales semejantes a las leonesas facilitaron el entendimiento durante el reinado de Fernando, pero no fueron suficientes para impedir que a su muerte resurgieran la diferencias entre gallegos, castellanos y leoneses, cuyos enfrentamientos ocupan los años 1065-1072 hasta la muerte en Zamora de Sancho II el Fuerte y la aceptación de Alfonso VI el Bravo como rey único.

Nuevos enfrentamientos entre castellanos, leoneses y gallegos tienen lugar a comienzos del siglo XII durante la minoría de Alfonso VII el Emperador, quien, una vez más, dividió en 1157 sus dominios entre sus hijos: Sancho III sería rey de Castilla, y Fernando II, de León; los enfrentamientos entre ambos reinos fueron continuos y también los tratados de paz, uno de los cuales iría avalado por el matrimonio de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla; su hijo, Fernando III, heredaría los derechos de uno y otra y unificaría ambos reinos de forma definitiva en 1230, a la muerte de Alfonso.

Al unísono de estos acontecimientos, la Reconquista había seguido su curso. En 1085, Alfonso VI tomaba Toledo. En 1212, Alfonso VIII de Castilla -junto a Pedro II de Aragón, Sancho VII de Navarra y tropas portuguesas, pero sin la ayuda de Alfonso IX de León- libraban la decisiva batalla de Las Navas de Tolosa. Tras ésta, el avance cristiano en tierras de la actual Extremadura resultaría incontenible; el protagonismo leonés en esta ocasión sería incuestionable. En 1228 los leoneses tomaban Mérida; en 1248 Fernando III tomaba el último reducto extremeño, Montemolín. En 1236 había tomado Córdoba; en 1243 tomaría Murcia; en 1246, Jaén; y en 1248, Sevilla. En 1265, Alfonso X el Sabio tomaría Cádiz. En 1292, Sancho IV el Bravo tomaría Tarifa. En 1344, Alfonso XI el Emperador tomaría Algeciras.

El devenir histórico hasta aquí expuesto influyó de forma determinante en el hablar de los habitantes de la parte occidental de la Península, dando lugar a lo que conocemos como el dominio lingüístico asturleonés, con un foco inicial situado en la actual Asturias y una proyección lingüística hacia el sur que pasando por Extremadura llegaría hasta Andalucía occidental, primero con la Reconquista, después con la repoblación de las tierras por los habitantes del norte.

Sin embargo, las circunstancias socioculturales y políticas analizadas no favorecieron un desarrollo unitario de una lengua escrita propiamente asturleonesa, el complejo castellano cundió rápidamente en lo escrito, relegando a la lengua hablada las distintas variedades del asturleonés. Por ello, no existió nunca un dialecto totalmente uniforme, sino un conjunto de hablas más o menos individualizadas.

Dada la complejidad que presenta este dominio lingüístico y la imposibilidad de sistematizarlo en pocas líneas de una forma rigurosa, nos limitaremos a resaltar de forma generalizada sus características más sobresalientes.

Entendemos, pues, por asturleonés el conjunto de hablas extendidas desde las costas asturianas (incluidas las más occidentales santanderinas) hasta la porción occidental de la actual Extremadura situadas todas, de norte a sur, al este de los territorios donde se hablan modalidades del gallego y del portugués, y que hoy presentan límites muy borrosos tanto a occidente -donde los rasgos gallegos se adentran por tierras asturianas (las situadas al este del río Navia), los rasgos asturleoneses penetran en territorio portugués y los rasgos de variedades portuguesas se introducen en territorio español...- como hacia oriente -donde las hablas aparecen ya caracterizadas por rasgos castellanos-, las tradicionalmente denominadas zonas de transición.

En 1906, Ramón Menéndez Pidal distinguió tres variedades fundamentales, denominadas por él: leonés occidental, leonés central y leonés oriental, determinadas por varias isoglosas que corren grosso modo de norte a sur.

A lo expuesto, D. Catalán añade en 1956 una nueva división diferenciando dentro del denominado asturiano occidental cuatro zonas: Zona A (tierras bajas del este), zona B (tierras altas del este), zona C (tierras bajas del oeste) y zona D (tierras altas del oeste), que hablarían de la existencia de cuatro sistemas fonológicos distintos, si bien el profesor Ariza defiende y argumenta la existencia sólo de dos: el de A -que sería el mismo que el del asturiano central- y el occidental propiamente dicho, único para B, C y D.

Si nos trasladamos a las provincias de León, Zamora y Salamanca, Julio Borrego Nieto distingue, en sincronía actual, cinco zonas:

Como conclusión, además de los rasgos ya descritos podríamos añadir, en líneas muy generales y haciendo la mayor abstracción posible en cuanto a diferencias particulares, los siguientes rasgos característicos:

En cuanto al vocalismo: el cierre de las vocales finales (/e, o/ > /i, u/ respectivamente), el cierre de -as, -an > -es, -en (asturiano central y parte del oriental), la metafonía vocálica (asturiano central), el neutro de materia (asturiano central), epéntesis de /i/ en la sílaba final, etc.

En cuanto al consonantismo: pl-, fl-, kl- evoluciona a /s/ (ast. occ. C, D), // (ast. occ. B) o /l/ (ast. occ. A, ast. central y oriental); /l-/ y /-ll-/ evolucionan a /th/ vaqueira (ast. occ. C, D, B, parte del ast. central (Aller y Lena) o /l/ (ast. occ. A, resto de ast. central y oriental); ly evoluciona a /y/ (ast. occ. C, A, ast. central y parte del oriental) o /s/ (ast. occ. D, B); -kt-, -ult- evoluciona a it manteniendo la yod (ast. occ. C, D), a /s/ (ast. occ. A, ast. central y oriental) o a /ts/ (ast. occ. B); g e, i, evoluciona a /š/; -nn- evoluciona a /n/ (ast. occ. B,C,D) o /n/ (ast. occ. A, ast. central y oriental); /n-/ se mantiene, excepto en las zonas menos dialectales en las que evoluciona a /n/; s yod evoluciona a /š/ (ast. occ., central y parte del oriental) o /x/> /h/ (resto del ast. oriental); m=n evoluciona a /m/ (en el ast. oriental también -mbr-); el grupo -mb- se conserva; las oclusivas en posición implosiva evolucionan a /l/, etc.

En cuanto a la morfología: diferenciación de género en algunos sustantivos con respecto al castellano; diferenciación entre sustantivos continuos / discontinuos; particularidades en la formación del plural; diminutivo en -in; fusión del artículo y la preposición; la presencia del artículo con los posesivos; poliformismo en el paradigma de los pronombres personales átonos y demostrativos; particularismos en el paradigma verbal -tanto en su aspecto formal como en su valor temporal-, etc.

En cuanto al léxico, lo más destacable es: la presencia de arcaísmos, portuguesismos, así como prestamos procedentes de otras lenguas; la pervivencia de leonesismos en zonas castellanizadas, la presencia de dobletes, etc.