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La lengua de los moriscos

Pero como ya sabemos, la Reconquista no se hizo esperar. Poco a poco se le fue ganando terreno a los árabes, y éstos fueron pasando de vencedores a vencidos. En 1085, Toledo; en 1118, Zaragoza; en 1236, Córdoba; en 1238, Valencia; en 1243, Murcia; en 1246, Jaén; en 1248, Sevilla; en 1265, Cádiz; en 1292, Tarifa; en 1344, Algeciras; y en 1492, Granada.

A lo largo de estos siglos, los árabes, ya mudéjares, musulmanes sometidos, se fueron integrando en la comunidad cristiana. Sin embargo, tras este período de convivencia -más duradero y estable en las zonas primeramente conquistadas, más inestable y ficticio en las demás-, dejó de haber oficialmente musulmanes en Castilla. Tras la conquista del reino de Granada, los mudéjares, obligados a convertirse al cristianismo, pasaron a denominarse moriscos.

Intentar sistematizar desde el punto de vista lingüístico las características de la lengua de las comunidades moriscas es una cuestión compleja. Y ello por varias motivos: El primero, porque sólo una pequeña parte de los textos moriscos ha sido estudiada. El segundo, porque los textos recubren un amplio espacio temporal que va desde el siglo XIV hasta el siglo XVII. El tercero, porque la distinta ubicación geográfica de los moriscos comporta una diferenciación lingüística. El cuarto, porque no sabemos si la lengua de los textos moriscos refleja el habla cotidiana de las comunidades moriscas.

En consecuencia con lo expuesto, lo más que podemos aseverar es que la lengua en aljamía de los moriscos aragoneses se caracteriza en líneas generales por su arcaísmo, por el empleo de dialectalismos y por la abundancia de arabismos, además de una sintaxis peculiar.

Pues bien, dicho esto, pasemos a analizar sus principales rasgos lingüísticos:

Desde el punto de vista fonético-fonológico, hemos de destacar principalmente: la diptongación con yod; la aparición de una consonante antihiática; la presencia de una vocal de apoyo entre dos consonantes; la pérdida de la vocal final tras grupo consonántico con dental explosiva; inestabilidad en el tratamiento de f- inicial; neutralización de /p/ y /b/; pérdida de la labiovelar sonora; confusión de sibilantes; conservación de g- y j- iniciales; débil recuerdo de una palatalización originaria de la l- inicial; conservación de los grupos pl-, kl-, fl-; solución palatal de los grupos ly, k'l, g'l, t'l; conservación de sordas intervocálicas, etc.

En el plano morfológico: el uso de la forma pronominal de sujeto para el pronombre personal en los casos oblicuos; el uso del pronombre personal vos, en lugar de os; el uso de nos en lugar de nosotros; el mantenimiento de -d- en la 2ª personal del plural; el uso de la preposición enta, la conservación de la -d de la preposición latina ad cuando le sigue una vocal; conservación de formas de futuro apocopadas; formación del gerundio sobre el tema de perfecto; etc.

En cuanto al aspecto sintáctico, principalmente hay que destacar ciertas creaciones sintácticas y estilísticas por influjo del árabe. Entre ellas: el empleo absoluto del relativo con un pronombre personal subsiguiente, indicador del caso; el pronombre personal en función del relativo; el uso del árabe qad (español ya); el abundante empleo del participio presente con valor verbal, acompañado de complementos; el empleo de la copulativa en la apódosis; el uso de la copulativa con valor de simultaneidad; el uso de la copulativa con valor consecutivo; la presencia del artículo con el adjetivo; el uso frecuente del anacoluto; elipsis del verbo copulativo; falta de concordancia entre el sujeto y el verbo cuando aquel precede a éste, etc.

Finalmente, desde el punto de vista léxico-semántico, nuevamente la presencia de arabismos, principalmente en lo respecta al léxico religioso y jurídico, y la presencia de calcos semánticos.