Las variedades dialectales del español
La complejidad dialectal del español hunde sus raíces en los propios orígenes del idioma, y con él en el devenir histórico de sus hablantes. Por un lado, los pueblos colonizadores -fenicios, tartesos, griegos y cartagineses-, por otro, los pueblos prerromanos -turdetanos y oretanos en el valle del Guadalquivir; bastetanos y contestanos desde Andalucía oriental hasta Murcia; edetanos, indigetas, layetanos, ilergetas, ausetanos... desde el sur de Alicante hasta el sur de Francia; vascones, cántabros y astures en las grandes cordilleras septentrionales; lucenses y galaicos al noroeste; lusitanos al este; y finalmente, vacceos, vetones, carpetanos y celtíberos en toda la zona central de la Península- marcaron la primera impronta en la configuración del latín de Hispania, lo que unido a las peculiaridades sociolingüísticas de los nuevos colonos y a los condicionamientos geográficos del terreno explican algunas de las singularidades de los romances peninsulares.
Sin embargo, lo que realmente diferenciará y especificará a los romances hispánicos nace en un hecho histórico determinante, la invasión musulmana. A partir de ese instante, la historia lingüística de España quedará vinculada al proceso histórico de la Reconquista.
La invasión musulmana se produce sobre una situación social, cultural y lingüística notablemente compleja. Con el riesgo inherente a toda simplificación, puede decirse que no se había consumado plenamente la fusión de las gentes visigodas con la población hispano-romana y persistían recelos entre ambas comunidades, a pesar de los esfuerzos integradores. La España posible de la monarquía visigoda quedó frustrada para siempre a comienzos del siglo VIII. En el orden lingüístico, el latín de la lengua escrita mantenía una cierta homogeneidad, pero en el habla coloquial se apuntaban diferencias regionales [...] como muestran la toponimia y los préstamos romances del árabe
La invasión divide a la población hispano-visigoda en dos. Una parte, se repliega a las regiones del norte, donde la orografía le ofrece un refugio seguro. La otra parte, permanece en la zona ocupada por el Islam. Los centros cristianos de habla romance ya no fueron Toledo, Córdoba o Tarragona, sino lugares tan oscuros como Iria Flavia, Oviedo, Amaya, Burgos, Pamplona, Jaca, Urgel..., lugares todos sin apenas tradición literaria, pero que recibieron las continuas oleadas de fugitivos de Al-Andalus, los cuales fueron a mezclarse con los respectivos indígenas (algunos aún tan bárbaros como cántabros o vascones). De esta franja montañosa, tarde y mal romanizada, inculta, con fuertes huellas de las lenguas prerromanas, nacieron los condados y reinos de la España medieval, y en torno a esos nuevos centros fueron desarrollándose las variedades dialectales que, más o menos homogeneizadas, cristalizaron en gallegoportugués, asturleonés, castellano, navarroaragonés [...] y catalán.
A pesar de todo, y aunque cada región poseía sus propias particularidades, todas, a excepción de Castilla, participaban de una serie de rasgos que ponían de manifiesto, en cierta medida, la unidad lingüística peninsular existente antes de la invasión musulmana, entre ellos y a grandes rasgos: La conservación ante /e/, /i/ átonas de la palatal procedente de /g/ o /i/ latinas iniciales; el mantenimiento de /f/ en principio de palabra; en el grupo kt las alteraciones se limitaban al primer elemento; los grupos ly, k=l, g=l daban /l/ (asturleonés > /y/); los grupos sc, styod se resolvía en /š/; /l-/ palatalizaba en /l/ o /y/ (aunque en este caso no alcanzaba al gallego-portugués); el plural femenino as- evolucionaban a -es, etc.
En cuanto a Castilla, y como consecuencia de su posición geográfica (el territorio que en el siglo X ocupó el condado de Fernán González había pertenecido a tres provincias romanas: la Montaña y los valles del alto Ebro y del alto Pisuerga, a la Gallaecia; Álava y la Bureba, hasta los montes de Oca, a la Tarraconense; el convento jurídico de Clunia, con Burgos y Osma, a la Cartaginense)-, se nos presenta marcada por tres características: 1) su complejidad dialectal interna; 2) su marcado carácter innovador (es de todas las variedades la que más profundamente se aleja de la base latina); y 3) su extraordinaria permeabilidad tanto hacia las innovaciones de las hablas vecinas como hacia las provenientes de otras lenguas, adoptándolas y transformándolas en rasgos propios.
A partir de aquí, los diversos acontecimientos históricos, sociales y culturales provocarán que cada una de estas variedades inicien su propia singladura lingüística, desarrollando sus rasgos más característicos, adoptando soluciones particulares para cada fenómeno en cuestión, marcando diferencias...; diferencias que derivarán, en algunos casos, en una total independencia, provocando la constitución de nuevas lenguas -el catalán, el gallego, el portugués-, en los demás, si bien conservando su propia personalidad, en parte integrante de una nueva realidad lingüística, el español en toda su complejidad.