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Las guerras Lusitanas

El conflicto conocido como guerras lusitanas representa más que un único conflicto una situación de continua insurrección y campañas llevadas a cabo casi anualmente por un pueblo, el lusitano, que, desde sus mismas costumbres, potenciaba las operaciones de razia y saqueo sobre otros territorios. La inoperancia del gobierno romano en controlar estas actividades de bandolerismo, unido a los desmanes de ciertos gobernadores como Galba en el 150 a.C. (quién reunido con los representantes lusitanos los traicionó y mato estando estos desarmados sin respetar a mujeres o a niños) provocaron que las bandas responsables de estos actos de latrocinio se agruparan en torno a un líder, el mitificado Viriato, alcanzando esta situación un punto crítico que se yuxtapuso al periodo más negro del conflicto celtibérico. El fracaso del gobernador Vetillo en Tribola en el 147 fue una derrota clamorosa para un ejército como el romano aparentemente superior, al que se unió la falta de éxitos definitivos por parte de cónsules como Q.C. Metelo. La revuelta de Viriato, que mantuvo en vilo a toda sub-meseta sur, duró siete años, y el prestigio y fuerza que consiguió el líder Lusitano provocó que incluso la poderosa Roma cediese y le concediera el estatuto de amigo de Roma, algo que el cónsul Cepion (139 a.C.) no pudo tolerar y que provocó la búsqueda de una solución nada honorable para Roma del asesinato.