El emirato dependiente
En los años que van desde el 711 al 721 se sucedieron campañas militares, acuerdos y rendiciones que superaron incluso la frontera de los Pirineos. Las zonas que no se rindieron pacíficamente fueron conquistadas. Los antiguos señores aprovecharon la posibilidad de integrarse dentro del nuevo orden pasando a ser mawlas (cristiano que se convierte al islam) y manteniéndose en el poder (Ej: Casios del Ebro pasan a Ser Banu Casi, Teodomiro en el levante pasa a ser Tudmir). El territorio conquistado pasó a conformarse como una provincia más dentro del Califato omeya, con un gobernador propio, dependiente del califa y del vali de Ifriquiya (Túnez). La capital de esta provincia fue Córdoba, tras ser trasladada desde Sevilla por Abd al-Aziz, y desde allí se gestionó la reorganización de las tierras, los botines y las poblaciones que fueron alteradas por la guerra. Esta provincia, con sus tensiones propias derribadas del heterogéneo grupo de invasores, se mantuvo en este régimen hasta el 756, momento en que, durante las revueltas entre los diferentes jefes tribales islámicos, un noble huido de la extinta familia califal omeya, Abd al Raman, se autoproclamó emir, independiente de los nuevos califas de Bagdad y asesinos de su familia, los abasidas.
Serán los emires omeyas quienes recompongan la organización más allá de la elaboración de censos y repartos de tierras que hicieran los valies. Abd al Raman desarrolló un modelo centralizado, con una organización administrativa, que, pese a las reticencias de los distintos elementos de la población, cristianos, judíos, árabes, sirios, bereberes, etc. y de las crisis que están tensiones provocaron, se mantuvo y consolidó llegando a evolucionar a un califato independiente en el s. X.